Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !Ojalá fueses frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (Apocalipsis 3:15-16)
El otro día tenía una cita alguien, y quería que ese tiempo fuera para que la otra persona disfrutara. Como consecuencia, preparé todo mi día para esa cita. Corrí todo lo que pude para llegar a hacer todas las cosas para tener ese rato de disfrute. En resumen, me esforcé, me cansé y finalmente… ¡lo conseguí! Había podido despejar esa hora.
Finalmente había llegado el momento de la cita y curiosamente la otra persona estaba tan cansada que en vez de poder disfrutar de ese tiempo se quedaba dormida. Al ver esa reacción después de todo mi esfuerzo durante el día, salió fuego de mi interior. Noté como mi enfado aumentaba por momentos. Había “desperdiciado” todo el día. Los pensamientos me iban a mil por hora. Me salía decir: para estar así, es mejor que no estés.
En ese momento me acordé del versículo del encabezado. Esto me hizo pensar cuantas veces vengo yo así a la presencia de Dios. Cuantas veces le vengo a buscar y me quedo medio dormida. O cuantas veces me despisto con cosas que al fin y al cabo son tonterías en vez de buscar vivir para Dios con todas mis fuerzas, con todo mi tiempo. Me veo preocupada con cosas pasajeras que un día se quedarán aquí y que me impiden apasionarme por Jesús. Pensaba que eso es lo que tiene que sentir el Señor cuando no vengo a su presencia con pasión.
Pero creo que este pensamiento es equivocado: jamás podré sentir lo que puede llegar a sentir el Señor cuando no le busco con todo mi ser, cuando Su presencia no me apasiona. Ese fuego que me salía ante esa cita frustrada es simplemente fruto de mi pecado, fruto de mi orgullo que me lleva a pensar que esa otra persona debería valorar lo importante que es mi tiempo, fruto de mi exigencia.
Pero lo que Jesús podría sentir cuando no recibe lo que es debido es simplemente JUSTO. Cuando yo estaba esclavizada a mis temores, angustia, desesperanza, rechazo, rencores, deseos de morir… cuando me avergonzaba de ser lo que era, allí vino Jesús y se llevó cada una de esas cosas que me definían dándome la oportunidad de cambiar radicalmente de vida. Trajo gozo, esperanza, sanidad… dándome una dignidad que no me correspondía.
Por lo cual, cuando Jesús dice: “por cuanto eres tibio, … te vomitaré de mi boca”, es lo justo.
Dios es tan misericordioso, tan bueno, tan precioso, tan magnífico que me ha hecho entender que necesito venir a buscarle con todo mi corazón. Así es como le conoceré y como consecuencia en el día de la prueba podré decir con gozo y confianza:
He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.
Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. (Daniel 3:17-18)
No se puede describir tamaña sabiduría gracias por compartir Adila !
Gracias Adila me enriquecido muchísimo me parece escrita desde un corazón quebrantado y humillado y eso es lo que más me ha encantado da gloria a Dios
Ádila, muchas gracias por tus palabras. Yo también quiero vivir apasionada por mi Señor y Salvador cada día que Él me conceda, cada segundo que me regale, centrada en el Reino, porque esto es lo realmente importante 💕