Europa, 1933 a 1945, más de 6 millones de judíos son asesinados por los alemanes; Camboya, 1975 a 1979, millones de camboyanos son asesinados a manos de sus compatriotas por su ideología o religión; Sbrenica 1995, dan muerte a miles de personas por razón de su etnia; Ruanda 1995, asesinato de miles de personas por su condición étnica o ideología política. Todo estos son algunos ejemplos de situaciones extremas donde hombres, mujeres y niños indefensos fueron asesinados en masa y al estudiar, con horror, la historia nos hace preguntarnos: "¿Por qué nadie les protegió? ¿Por qué nadie salió en su defensa?"
Uno de los principios que rige en el orden internacional de los Estados es la independencia unos de otros, cada uno debe dirimir sus propios asuntos y tomar las decisiones que crea convenientes sin intervención o influencia de un tercero. No obstante, en estas situaciones tan extremas de sufrimiento humano siempre se discute la excepción a este principio de independencia y no intervención, y se buscan parámetros objetivos que permitan intervenir para evitar estas masacres, cuestión que continua sin resolverse. Pero este principio que rige a nivel internacional nos rige también a nivel individual, como personas tenemos un pernicioso deseo de independencia desde
que nacemos. Deseamos poder hacer las cosas solos, sin ayuda, sin consejo, sin influencia de nadie. Pero este es un deseo imposible de cumplir y su sola búsqueda nos causa muchos sin sabores en nuestra propia vida y en la vida de aquellos que más queremos.
Los seres humanos hemos sido creados para depender. Desde que nacemos somos los seres vivos más dependientes de la tierra, sin cuidados o ayuda morimos. Conforme vamos creciendo y obtenemos más independencia física, empezamos a tener la falsa consciencia de que podemos solos. Pero la realidad es que seguimos siendo profundamente dependientes en muchas áreas clave de nuestra vida y esto continuará así hasta el último aliento en la tierra.
¿De quién dependo?
Por ello, considero una cuestión vital plantearme ¿De quién dependo? La respuesta a esta pregunta va a condicionar totalmente mi vida. La dependencia supone el vivir a merced de alguien que consideras un poder o autoridad superior en algún área. La dependencia conlleva vulnerabilidad, ya que te encuentras a merced de alguien que consideras superior, y muchas veces nos asusta, nos da miedo y la rechazamos. Pero la dependencia es irremediable y en ocasiones termina siendo una decisión inconsciente, y nos encontramos dependiendo de personas, modas o corrientes de pensamiento que no están buscando nuestro bien, pero a las que nos sujetamos y dejamos que nos lleven por lugares que no queremos.
Únicamente hay Alguien que puede darnos la fiabilidad y descanso absoluto para este tipo de dependencia y ese es Dios. Dios tiene el profundo deseo de que dependamos de Él, porque nos ama de manera incondicional y busca nuestro BIEN. Él sabe lo falibles que somos, lo desesperadamente que necesitamos su ayuda y los pocos recursos que tenemos para enfrentar la vida con éxito. Él tiene todos los recursos, toda la ayuda que necesitamos y no falla en su dirección. Dios bendice abundantemente nuestra dependencia de Él, porque la convierte en COBERTURA para nuestro bien. Esta dependencia se concreta en cómo nos posiciona entre nosotros de forma que dependamos de las personas adecuadas, colocando personas cerca nuestra de las que podemos depender de una manera muy concreta y esta dependencia se convierta en una cobertura que permita que todo sea para nuestro bien. Una vez descubres esta cobertura sobrenatural de Dios se abre todo un abanico de posibilidades y nuevos recursos a nuestra disposición, que nos permiten alcanzar el verdadero propósito de Dios para nuestra vida. Cuantas veces no he encontrado en personas que Dios ha puesto cerca de mí, como cobertura, la fortaleza, el consejo oportuno, la pasión, la fidelidad, la entrega que me faltaba y he descubierto que metiéndome debajo se me “pegaba” y me completaba. En conclusión, el vivir dependiendo de Dios nos libra de las “masacres” en nuestra vida o de causarla a aquellos que nos rodean, está para proporcionarnos todo lo que nos falta. ¿Por qué resistirnos y mantenernos en el miedo de la falsa
independencia, cuando tenemos a nuestra disposición la cobertura que necesitamos en la dependencia de Dios?
Gracias por esa reflexión ha sido de mucha bendición
Es una verdad absoluta