No hace mucho tiempo me cambié de casa y me dí cuenta que había acumulado muchas cosas, algunas sin darme cuenta y otras pensando que algo haría con ellas algún día. Pero en realidad no me servían para nada, sólo para acumular, esperando que alguna vez fueran usadas y ocupando un sitio que podía ser utilizado por cosas que verdaderamente necesito y fueran útiles para mi vida. Con los cajones y armarios llenos no había sitio para nada más. Así que me propuse deshacerme de todo aquello que había acumulado y que no me dejaba sitio para aquello que importa de verdad tener. Entonces pensé que así había pasado en mi vida. Como en los cajones y armarios de mi casa, en mi corazón había acumulado por años cosas que no necesitaba, es más, que me hacían daño, algunas sin darme cuenta, otras las dejaba ahí pensando que las podría sacar y utilizarlas para mí bien, pero no era así, sino todo lo contrario.
En los cajones de mi corazón había guardado rencor, entonces no había sitio para el perdón;
guardaba odio, no había sitio para el amor; egoísmo no había sitio para dar; queja no había sitio para la gratitud; amargura no había sitio para el gozo; culpa no había sitio para la paz; heridas que me habían hecho y había hecho, no había sitio para ser curada y menos para ayudar a curar... y así con muchas cosas más... Había algo que tenía que hacer para no seguir acumulando más y más en mi corazón, como hice con los cajones y armarios de mi casa tuve que deshacerme de todo lo que me estorbaba para dejar sitio a lo que verdaderamente importa. Más bien hay alguien, JESUCRISTO. Un día le entregué mi corazón, ese corazón cargado de tantas cosas que sólo me llevaban cada vez más a la destrucción. Jesucristo es el que me ayudó a vaciar todas y cada una de las cosas que había acumulado. Jesucristo se las llevó todas a la CRUZ y cargó con todas ellas para que yo pudiese ser libre. Poco a poco obedeciendo a su palabra,
ese rencor fue sacado de mi corazón y Jesucristo lo cambió por el perdón;
fue sacado el egoísmo y pude empezar a dar; se fue la queja y brotó la gratitud; la amargura la convirtió en gozo y alegría y me dio las fuerzas; la culpa se fue y llegó la paz, esa paz que sólo puede dar Jesucristo porque sabes que te lo ha perdonado todo; la paz de saber que si le entregas todo tu corazón, Él puede quitar todo lo que estorba y te hace daño y darte un nuevo corazón; y a partir de de ese momento sólo querer vaciarse de uno mismo. Mi lema es: "Si Jesucristo no lo ha puesto, ¡No lo quiero!"
Gracias Eva, es cierto que cada día cargamos con cosas que no nos sirven y que lejos de ayudar nos impiden avanzar, pero bendita gracia y esperanza que Dios nos permita verlo para quitarlo con su ayuda.
Me ha encantado el simil, muchas gracias Eva, con mucha sencillez has conseguido condensar la sensación de frescor y limpieza que acompaña a dejar que Jesús ponga todo en orden. Me uno, si Él no lo pone ¡no lo quiero!
Es verdad Eva.... y con que facilidad si nos descuidamos volvemos a llenarnos de todo ello... gracias por dejarte usar y de una manera tan sencilla mostrar nuestra debilidad de acumular lo malo...
Ea verdad que solo Jesús puede llenar nuestros vacíos con cosas buenas, gracias por estas palabras tan bonitas.
Muchas gracias
Gracias por mostrarme de una manera tan clara y sencilla el peligro con el que me encuentro cada día. Yo también quiero decir NO a todo lo que me estorba y Él no ha puesto y Sí a su preciosa cruz.