Romanos 8.19
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
Hace unos días, estando el país en Estado de Alarma por el coronavirus, un compañero de trabajo me preguntó asombrado: “Iñaki, ¿cómo haces para estar tan tranquilo con esta situación?” La verdad es que me sorprendió la pregunta porque yo me comportaba en el trabajo igual que siempre, pero mis compañeros se movían con y por miedo. “Tengo una garantía, le dije. Tengo fe de que pase lo que pase, todo lo que ocurra será para mi bien porque amo a Dios”. (Romanos 8.28)
No pude valorar lo suficiente hasta ese día lo mucho que tenemos como cristianos que agradecer por esta promesa que Dios tiene para sus hijos. Podemos vivir tranquilos, en confianza, que pase lo que pase no solo no “iremos tirando como podamos” sino que pase lo que pase nos irá bien en nuestra vidas y familias.
Si algo nos ha enseñado la crisis del coronavirus es la fragilidad del ser humano. El fracaso del sistema (sea capitalista o comunista), la sociedad, la sanidad, la aparente seguridad con la que se vivía en occidente, … todos los pilares del mundo se han resquebrajado desde la base al unísono.
Si algo nos ha enseñado esta crisis es que ante este virus todos somos iguales. No distingue entre género, color, religión o clase social.
Ha sido un sopapo al orgullo humano, a su sabiduría, tiempos únicos en la historia de la humanidad donde el ser humano ha tenido que parar contra su voluntad por una causa: el miedo.
Miedo a un ser tan pequeño que ni se ve a simple vista. Precisamente tal vez por eso es que se le teme tanto…
Estamos viviendo tiempos únicos, pero no hace tanto, Europa entera estuvo en vilo también por otro enemigo aún más pequeño que un virus. De hecho es el elemento más pequeño del universo: el átomo. Qué paradoja que hasta un átomo pueda vencer al hombre. Esto nos habla de la insignificancia del ser humano.
Fue el 26 de abril de 1986, cuando en la central nuclear de Chernobyl explotó el reactor 4.
Un fallo de diseño y múltiples errores humanos en cadena fueron suficientes..
Recientemente ha habido una serie en televisión donde se explica lo ocurrido durante aquella crisis, poniendo en relieve dos aspectos: por un lado, los héroes que con el sacrificio de sus propias vidas evitaron una catástrofe mayor, y por otro el intento del gobierno de la antigua URSS por ocultar la verdad de lo ocurrido en arras de mantener su reputación internacional.
Durante las primeras horas la situación fue crítica: en palabras del responsable técnico del siniestro: “el núcleo ha explotado. Significa que el fuego que estamos viendo ahora emite el doble de radiación que la bomba atómica de Hiroshima. Eso es cada hora. Hora tras hora. La explosión fue hace veinte horas así que van veinte bombas. Mañana, 48 más. Y no se detendrá. Ni en una semana, ni en un mes. Arderá y esparcirá su veneno hasta que muera todo el continente europeo”.
Este responsable explicó ante el presidente de la URSS qué se necesitaba hacer para revertir esta situación y minimizar los efectos.
- Esperamos que este proceso de limpieza en la zona lleve tres años. Y aproximadamente 750.000 hombres contando médicos e ingenieros estructurales. ¿Cuántas muertes? Miles. Tal vez decenas de miles. - Comiencen ya, fue la respuesta.
Finalmente, se estima que casi 35 años después, unas 4000 personas murieron por los efectos directos de la exposición a la radiación, muchos de ellos bomberos, mineros, técnicos, militares, médicos… personas que dieron sus vidas para evitar que otros sufrieran las consecuencias del siniestro.
La explicación que se les dio a estas personas que trabajaron en la limpieza de Chernobyl me encantó:
“Lo harán porque tiene que hacerse. Lo harán porque nadie más puede. Si no lo hacen morirán millones. Si me dicen que esa razón no es suficiente, no les creeré. Esto es lo que siempre diferenció a nuestro pueblo. Mil años de sacrificio en nuestras venas. Cada generación pasa por su propio sufrimiento. Ahora asuman su papel y háganlo, como debe ser.”
“Hay que hacer lo que hay que hacer”. Esta frase es un lema en la comunidad Vida Nueva. Creo que vienen tiempos donde como cristianos debemos elegir el ponernos en el frente de batalla y luchar por nuestra tierra, aun al coste de nuestras propias vidas para que otros sean librados aun de la misma muerte. Es la posición que debemos tomar, es nuestra responsabilidad. Lo tenemos que hacer, porque nadie más puede hacerlo.
4000 personas murieron en Chernobyl rescatándose unos a otros, apagando fuegos, ayudando a los heridos. No dudaron, no se rindieron. Hicieron lo que había que hacer. Que como iglesia y cristianos, cada uno en nuestro lugar, hagamos nuestro cometido al cual hemos sido llamados.
Hay una gran historia que quedó afuera de la serie según cuenta su director. Una vez producida la explosión, uno de los operarios comprendió la magnitud del desastre y salió caminando con tranquilidad de la planta nuclear. Fue a su casa, durmió una siesta, se despidió de sus familiares y regresó a su puesto de trabajo. Tenía una obligación y cumpliría con su deber aunque sabía que no iba a regresar con vida. No hacerlo no era una opción para él.
La verdad es que me he sentido confrontada conmigo misma, porque en muchas ocasiones sabiendo lo que tenía que hacer no lo echo, habiendo recibido el regalo más grande que alguien haya podido darme, como es la salvación de mi alma, he sido muy egoísta, cuando pudiendo dar más no lo echo. Gracias Iñaki por compartir y sin saberlo me has abierto los ojos a mi realidad, no doy todo lo que debería dar, o mejor dicho no hago lo que hay que hacer, y no es más que lo que Dios me ha dado, porque en realidad no es mío, soy de El y para El.