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  • Foto del escritorMaria Garzón

Las virtudes del Evangelio

Louis Pasteur nació el 27 de diciembre de 1822 en Francia. Aunque su vocación inicial era la de ser pintor artístico acabó doctorándose en Física y Química convirtiéndose en uno de los científicos con más trascendencia en la historia. Aunque no era médico sus trabajos tuvieron importantes repercusiones para la medicina. Entre ellas el descubrimiento del proceso de la fermentación y la pasteurización que tuvieron importantes aplicaciones en la conservación de los alimentos así como en la esterilización del instrumental de uso médico. Esto marcó un antes y un después en el número de complicaciones después de una intervención médica así como en la contención de la propagación de enfermedades infecciosas mortales en esa época.


Otro logro de vital importancia fue la elaboración de la vacuna de la rabia que evitó miles de muertes en ese tiempo, aunque cuentan que sus esfuerzos se centraban en lograr la fórmula para el tratamiento del tifus que tristemente acabó con la vida de tres de sus cinco hijos. Todos estos descubrimientos tuvieron su origen en su conocida y a su vez controvertida Teoría microbiana de la enfermedad. Esta teoría consideraba que la enfermedad surge por el ataque de gérmenes procedentes del exterior del organismo y no por generación espontánea como se creía hasta la fecha. Esto fue un punto de inflexión en el campo de la transmisión y contagio de las enfermedades infecciosas. Por este motivo fue muy criticado por los científicos del momento durante años e incluso fue ridiculizado en la prensa tanto científica como local. Sin embargo no se rindió.


Cuánta admiración se enciende en mi corazón ante vidas como ésta. Vidas que me llevan a preguntarme cómo pudieron levantarse en contra de sus propios deseos juveniles cambiándolos por otros que buscaban un bien mayor. Por encima de su propio cansancio y trabajo hasta la extenuación. En contra de la oposición de los que se creían en posesión de la encumbrada sabiduría pero que con el tiempo, tuvieron que reconocer el error de su limitado conocimiento pero sobre todo el error de su arrogancia. En contra del insoportable dolor en el alma y la impotencia como hombre ante la pérdida de lo más querido y valioso en esta vida, sus tres hijos…¿Cómo no desfalleció y acabó sumido en el alcohol con el que experimentaba a diario? ¿Cómo no se enfrentó con ira en una ardua e ineficaz batalla de argumentación científica que acabara con su cordura? ¿Cómo en lugar de un legado de rencor, corrupción y olvido dejó importantes descubrimientos que benefician a millones de personas desconocidas, dejó lugares sólidos donde aprender y transmitir a otros esos conocimientos?... ¿Cómo? Aunque lo sospechaba me alegró descubrir en su biografía un dato que me confirmaba el origen de tal determinación, de tal valor, de tal legado: En el epitafio de su lápida se leen sus palabras: “Feliz aquel que lleva consigo un ideal, un Dios interno, sea el ideal de la patria, el ideal de la ciencia o simplemente las virtudes del Evangelio”.


El padre de Pasteur había servido como militar bajo las órdenes del ejército de Napoleón y tal vez conoció que ese ideal humano de buscar la gloria en la conquista y ambición puede convertirse en un dios interno que dirige tu vida y tu destino. Y pudo comprobar lo efímero, lo destructivo y lo engañoso de ese propósito en la vida. Igualmente conoció muy de cerca el resultado de hacerse así mismo un dios en nombre de la falsa ciencia e igualmente el resultado de una vida que busca su propia gloria en ese ideal. Sin embargo en algún momento de su vida Pasteur había hecho el mayor descubrimiento de todos: El Evangelio. Y había descubierto al Dios revelado en ese poderoso mensaje. El Dios del que hizo su ideal, su motivo para vivir y había marcado su estilo de vida: Una “simple y humilde vida marcada por las virtudes del Evangelio”: El Amor a Dios y a los demás, la Gracia del Perdón, la Fe, la Paz, el Gozo… Una vida simple pero sobrenatural. Simple porque conocería su propia debilidad pero sobrenatural porque había conocido a quién pertenecía, al Dios que había nacido en el mundo para después poder nacer en su corazón, para ser “su Dios interno”. Conoció que su valor no dependía de sus méritos ó capacidades sino de a quién pertenecía; quién le había dado la vida y el valor que tenía como hijo de Dios y el que necesitaba para no depender de la aprobación de las personas. Descubrió el sentido en su vida de hacer bien a los demás y que al final de sus días volvería con El y nunca más lloraría...


Fuimos diseñados para el bien. Nacidos del único Dios Bueno en toda su esencia. Nos dio el valor de Pertenecerle, el sentido de vivir para agradarle y el propósito de dar a otros el bien recibido hasta volver con El. Era suficiente, era auténtico y era perfecto. Pero como todo buen tesoro fuimos robados. Al igual que las bacterias externas que descubrió Pasteur el enemigo de Dios, el engañador, inyectó sus pensamientos mentirosos en la mente del hombre y nos marcó el corazón con sus deseos engañosos, sus ideales. Se apagó la Luz y contaminó la Verdad de Dios de tal forma que nacemos sin conocer nuestro valor, sin saber a quién pertenecemos y creyendo que nuestro propósito en la vida es que alguien me haga sentir bien, aceptado, valioso…Pasamos por la vida buscando como soñadores ó decepcionados y perdidos como vagabundos. Sin saber qué es lo que anda mal. Empujados por personas ó circunstancias y sin poder resistir, sin firmeza, sin valor. Pero la buena noticia es que esto no tiene por qué continuar así. Jesucristo vino a traer la buena, la mejor noticia para nosotros: Su Salvación, su rescate. La Verdad de su Evangelio que mata las bacterias del engaño y la distorsión. Me hace conocer quién es El y su Amor incansable por mí; y quién soy yo, un pequeño y necesitado ser humano, muy fácil de engañar pero que en el fondo de su alma, como un eco, clama desesperadamente por encontrarse con El.


En estas fechas de buenos deseos y propósitos para el nuevo año surgen en mi corazón, por encima de todos, dos de ellos. Uno para algunos de los que podáis estar leyendo estas líneas y otro para mí misma: El primero es para quién todavía no se haya encontrado con la Verdad del Evangelio de Jesucristo ó no lo haya hecho el ideal de su vida. Me atrevo a desearte que “sencillamente” le pidas que entre en tu corazón, que se dé a conocer y que como consecuencia puedas experimentar su Amor y la libertad de una vida plena y con sentido. Te deseo una vida Incomparable!


El segundo es para mí y mas que un deseo es un clamor desde el fondo de mi corazón a mi amado Dios y Padre para que en este nuevo año siga teniendo Paciencia conmigo, esa incomprensible Paciencia que me ha acompañado a lo largo de tantos años de fidelidad sobre mi y los míos. Y que siga formando Su Evangelio en mí. Su estilo de vida “virtuoso”. Su carácter honesto, firme y valiente en mí para que pueda llegar hasta el final cumpliendo su propósito y agradando su precioso corazón. Gracias Padre amado! Te necesito para todo y te amo con todo mi corazón.

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