Leyendo la Palabra de Dios estos días he redescubierto el gran amor que tiene Dios hacia Su
Pueblo, hacia sus hijos. Solo de recordar cuando el pueblo de Israel fallaba una y otra vez olvidándose de su Dios, quien los rescató de la esclavitud, quien los alimentó en medio del desierto, quien les dio la victoria delante de tantos enemigos, quien les daba múltiples oportunidades… me parece tan fuerte, incluso se me enciende un fuego dentro de decir “¿Cómo es posible que sigan traicionando a Dios una y otra vez? ¿Cómo es posible que se vuelvan a olvidar de sus mandatos, de sus promesas cumplidas, de las consecuencias que han tenido sus pecados?”
Después de reflexionar un rato pienso en mí misma: “¿Cuántas veces yo misma he
traicionado a Dios amando más lo de este mundo? ¿Cuántas veces he desobedecido la Palabra y
a mis autoridades? ¿Cuántas veces se me ha olvidado que Dios es Fiel y Verdadero y que siempre
cumple sus promesas? ¿Cuántas veces he vuelto a tropezar en la misma piedra y nuevamente
me he visto dominada por los deseos de mi carne…? ¡MUCHAS VECES! Y aun así Dios me ha
perdonado siempre, siempre me ha levantado, me recuerda sus Palabras de amor cada día…
Es totalmente inmerecido, para nada soy digna de su infinito amor, y tampoco soy mejor que
ellos.
"¿Cuántas veces Dios me has tenido que corregir y enderezar mis pasos, limpiar mi mente y
apacentar este corazón engañoso...? ¿Y sigues amándome?"
Su respuesta siempre es “Sí, cómo no hacerlo si he dado hasta mi vida por ti”.
No puedo entenderlo y jamás llegare a comprender este Amor. Nadie más que él me ama así, me ha dado una vida nueva, una Iglesia preciosa con unos pastores totalmente imitables, una Casa increíble en la que veo milagros cada día (La Comunidad), un esposo y una hija que son un regalo del Cielo... Me ama tanto que me bendice y guarda cada día. ¡Dios eres asombroso! Doy gracias cada día a nuestro amado Padre por su cuidado y su infinito amor, por Jesucristo mi Salvador, por su Palabra que me alimenta y guía, por las autoridades de las que me rodea y que con tanta paciencia me enseñan a cómo agradar a Dios. ¡Gracias Dios por no cansarte nunca y por cada oportunidad que me das. Gracias!
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