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  • Foto del escritorIñaki Lapetra

Tu eres Su obra maestra

Ahora, así dice el Señor, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. (Isaías 43.1)


¿Quién no ha rebuscado alguna vez entre cajas con antiguos objetos familiares en busca de libros de hace casi un siglo, álbumes de fotos de nuestros antepasados o algún artilugio que ya esté obsoleto? Lo que probablemente nadie pensaría es que entre estos antiguos enseres hay un objeto oculto que podría hacernos millonarios. Un libro de una primera edición, una moneda antigua de edición limitada o incluso un dibujo abandonado, son algunos de los objetos que podrían cambiar nuestro futuro económico para siempre. Sin embargo, la mayoría ni siquiera son conscientes del tesoro que tienen entre manos. Esto mismo les pasó a las hijas del fallecido arquitecto Jean-Paul Carlhian, de Massachusetts, cuando vendieron a un coleccionista de arte un dibujo de su padre por 26 euros pensando que no tendría ninguna importancia. Aunque el hombre era un coleccionista de arte no reparó en el valor real que tenía el dibujo hasta que un experto en arte analizó la obra.

Pues bien, se trataba ni más ni menos que un dibujo original de Alberto Durero, un artista alemán del movimiento renacentista que se hizo popular con solo veinte años gracias a sus grabados en madera de alta calidad. Durero se convirtió en un pintor muy influyente en toda Europa y a día de hoy sus creaciones alcanzan cifras estratosféricas. Este hecho hizo ascender un simple dibujo de 26 euros a 44,5 millones de euros por ser una obra maestra.


Miguel Ángel, el gran escultor, pintor arquitecto italiano, dijo una vez: “En cada bloque de mármol veo una estatua con tanta claridad como si estuviera delante de mí, formada y acabada en actitud y acción. Solo tengo que esculpir las paredes rugosas que aprisionan la hermosa aparición para revelarla a los demás ojos como lo ven los míos”. En cada gran bloque de mármol informe, imperfecto y rugoso, en el que Miguel Ángel fijaba sus ojos, él veía el tesoro en su interior. Una vez él describió el proceso de esta manera: “Vi el ángel en el mármol y talle hasta que lo puse en libertad”. Miguel Ángel podía hacer esto porque no veía lo que era el mármol, sino lo que sería el mármol. Miguel Ángel vio una obra maestra.


Querido lector, tú eres una obra maestra. En el libro de Efesios, leemos acerca de otro Artista: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (2:10). La palabra griega traducida como hechura en este versículo se refiere a ti, a mí y a todos los demás hijos de Dios. Es el término poíema, de donde nos viene nuestra palabra poema. Esta palabra denota una obra maestra. Tú fuiste creado como una obra de Dios, tú eres su poema. No fuiste fabricado en la línea de montaje o como un objeto hecho al azar para llenar un espacio o tiempo. Cuando Dios te hizo, Él se puso a trabajar intencional y delicadamente para elaborar tu personalidad, aspecto, pasiones, habilidades… e incluso permitió tus imperfecciones y plantó tus sueños, todo junto en una magnífica obra maestra. De hecho, Dios hizo algo más que sembrar tus sueños dentro de ti. Dios tuvo un sueño para ti. ¿Sabías que Dios tiene un sueño para ti? Sí, es cierto. Tú eres su obra maestra. Eres el sueño de Dios. Aún más, fuiste hecho con un propósito. Ese propósito incluye la expansión de su dominio, de su Reino. Incluye más que solo mostrar tus talentos. Se trata de impactar en el lugar donde Dios te ha puesto para que Su Gloria sea más palpable.

Piensa en alguna de las características de una obra maestra, que al igual que nosotros es:

· Única: puede tener réplicas, pero solo existe una obra maestra.

· Especial: nunca más habrá nadie igual.

· Valiosa: y como tal está guardada y protegida

· Conocida: como por ejemplo El Mesías de Haendel, El David de Miguel Angel o las Meninas de Velázquez.

Que puedan decir de mi: “ por allí va Iñaki de Dios”.


Si fuese consciente cada momento del día que soy esa obra maestra de Dios única, especial, valiosa y conocida, posiblemente actuaría diferente en muchas ocasiones. Me importaría cuando me mancho en mi pecado, o me quejo cuando algo que me ocurre no me encaja en mis planes. Pensaría antes de actuar en que aquellos que me rodean están esperando ver mi reacción como hijo de Dios ante determinadas circunstancias, y ser un ejemplo en toda mi manera de actuar. Podría descansar en el hecho de que pase lo que pase, el gran Maestro tiene entre sus manos un barro con el cual si le place y me dejo, hará una vasija única e irrepetible que contenga Su Gloria: Su obra de arte, Su poema.

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